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Noviembre 2011
Edición No. 273
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Mis sexenios (44)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

El inicio del sexenio montemayorista

Ese mismo mes, enero de 1994, volví a entrevistar periodísticamente a Hugo Andrés Araujo, para que me diera sus opiniones sobre el conflicto chiapaneco originado con el surgimiento del EZLN. Hugo Andrés era el más adecuado para hablar del tema, pues era Secretario General de la CNC, amigo personal, correligionario y compadre del Presidente Salinas de Gortari, pero además se le acusaba de estar detrás del levantamiento armado, incluso se decía que Carlos Salinas había preparado la insurrección del EZLN con el propósito de alargar su periodo constitucional.

En respuesta a las acusaciones Araujo señaló: “El proyecto del Presidente Salinas es histórico, no personal”. “El conflicto chiapaneco es un duro golpe en lo más sensible de la política social: los indígenas y campesinos marginados”. “Se buscan culpables fuera, cuando los responsa- bles de la miseria y la desigualdad están dentro de Chiapas”. “Desde hace 20 años hemos creado organizaciones productivas y hemos sido interlocutores en la concertación con el Estado”. “Estamos involucrados en las reformas sociales y en el fortalecimiento de los cambios de la modernización”. “El Presidente Salinas se ha preocupado por resolver el conflicto chiapaneco sin lastimar el tejido social con la represión”.

Días después del levantamiento armado, el EZLN propuso como principal intermediario en los diálogos de paz al obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, además del periodista Julio Scherer y la Premio Nóbel de la Paz, Rigoberta Menchú. Lo curioso del caso es que en los comunicados del EZLN nunca mencionaron como causantes de la explotación y la miseria a los caciques locales. Se ajustició a policías, pero no a las autoridades corruptas. Se le hizo la guerra a los soldados, pero no a los caciques chiapanecos.

hugo andresPara entonces, Manuel Camacho Solís, el precandidato inconforme con la designación de Luis Donaldo Colosio, era el Comisionado para la paz y la reconciliación con el EZLN, y Samuel Ruiz era uno de los más viables candidatos para suceder al cardenal Corripio Ahumada en el arzobispado metropolitano. Por otra parte, entre los sectores informados nadie ignoraba que el ejército de catequizadores de Samuel Ruiz eran los principales concientizadores de los indígenas levantados en armas, incluso algunos sacerdotes eran los guías espirituales de los guerrilleros.

En los tres primeros días del movimiento armado, los rebeldes se adueñaron de la situación y de cinco cabeceras municipales. Al cuarto día cuando comenzaban los enfrentamientos entre los zapatistas y el ejército, la prensa comercial inició la defensa del EZLN. Por primera vez los rebeldes no fueron criticados por la prensa, sólo recibieron el calificativo de transgresores. Mientras a Lucio Cabañas y Genaro Vázquez Rojas los acusaron de asesinos, forajidos, comunistas, desestabili- zadores y enemigos de la patria.

Por tal motivo, la “revolución chiapaneca del EZLN” se antojaba curiosa: Sin proclamas ideológicas, sin programa revolucionario, sin ajusticiamientos clasistas, con apoyo de la prensa comercial y con muchas ganas de llegar a negociaciones con el Estado al que supuestamente querían derribar. También otros sectores como la jerarquía católica, los empresarios, la derecha y algunos personajes y grupos políticos, aprovecharon la situación para presionar a Salinas de Gortari.

Poco antes de que comenzaran las campañas presidenciales, Jorge Masso Masso me llamó para enseñarme un documento. Se trataba de una carta que había recibido, en donde con la anuencia del candidato priista, Luis Donaldo Colosio, le proponían que se lanzara como candidato presidencial por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), y para hacerle atractiva la propuesta le decían que de entrada recibiría 5 millones de pesos y dos autobuses para que recorriera el país haciendo campaña.

¿Cómo ves? me preguntó a bocajarro. Seguramente Masso Masso ya le había preguntado lo mismo a otras personas de importancia política, y por lo tanto influyentes en su decisión. Aún así le contesté sinceramente lo que pensaba. ¿Es su amigo Colosio? le pregunté. Si, lo conozco, me contestó. Si fuera mi amigo, le respondí, no aceptaría la propuesta y le enviaría mi respuesta escrita dándole a conocer las razones de mi negativa, que no deben ser otras que su amistad con él y su definición en favor de su candidatura. Por tal motivo, si su candidato es Colosio no tiene porque enrolarse en el proceso como su competidor electoral, aún cuando sean valores entendidos.

Masso sonrió, y su rostro mostró simpatía por mi respuesta, hasta creo que era lo que quería que le dijeran. Jorge Masso sabía que le estaban proponiendo que actuara de palero en la elecciones presidenciales, pues no tenía ninguna posibilidad de destacar en el resultado electoral final, sabía que conseguiría pocos votos y otros tantos que le regalarían los que proponían su candidatura. El PARM era un partido satélite del PRI, como ahora lo son algunos partiditos oportunistas y cachavotos.

Masso estaba claro de esa situación, pues incluso el ex gobernador Raúl Madero González con quien había establecido amistad durante su sexenio, había logrado la candidatura del PRI para el gobierno de Coahuila siendo Tesorero del PARM. Flores Tapia alguna vez me platicó que cuando buscaron de la Presidencia de la República a Raúl Madero para notificarle sobre su candidatura priista, se encontraba totalmente ebrio en una cantina, “La Ópera”, hasta donde fueron a sacarlo para bajarle la borrachera y fuera a recibir la noticia de que sería el próximo gobernador de Coahuila.

Óscar Flores Tapia también me dijo que la única batalla que había ganado en la revolución Raúl Madero fue cuando se le había desbocado su caballo, y los soldados lo siguieron creyendo que el general Madero los dirigía a la batalla. De todos modos, ese día la suerte estaba de lado de Raúl Madero, pues lograron vencer a los federales. Flores Tapia no quería a Raúl Madero, me daba la impresión que lo despreciaba, al igual que a su hija Dora Madero y a su Secretario de Gobierno, José Saucedo Siller, quienes fueron los que realmente gobernaron Coahuila durante el sexenio del Gral. Madero González. De paso Flores Tapia odiaba a Jorge Masso Masso, a quien le endilgaba toda clase de insultos y acusaciones cuando lo mencionaba.

Masso Masso se había colado al primer círculo del gobernador Raúl Madero a través de su hija Dora Madero, a quien la vox populi le decía “La Goberna Dora”. Algo de esto lo comentó Flores Tapia en su libro “El Señor Gobernador”, y en el mismo exentó a Raúl Madero González de toda resposabilidad con la muerte del dirigente ixtlero y candelillero Raúl Todd Estrada, quien desapareció en Coahuila durante el gobierno de Madero, cuando “El Diablo” José de las Fuentes Rodríguez era el Procurador de Justicia de Coahuila.

Luego que le dí mi opinión, Masso me dijo: Esa es muy buena idea, escribeme la carta para enviársela a Colosio. Esa tarde terminamos la misiva dirigida obviamente a Luis Donaldo Colosio, en donde Masso le daba sus razones para no aceptar la propuesta. La carta logró la simpatía de Colosio. Días después el candidato priista contestó halagando el sentido de la amistad de Jorge Masso, le agradecía sus conceptos y le prometía que pronto se verían para saludarse. En su campaña política, durante su visita a Saltillo, Jorge Masso sería distinguido por Luis Donaldo Colosio en un evento que se organizó con los empresarios saltillenses y el candidato priista. Alli lo saludó con deferencia.

Semanas después de aquel encuentro, el 23 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio caía abatido por las balas de sus asesinos en una colonia popular de Tijuana: Lomas Taurinas. Herido fue trasladado a un hospital, pero no resistió a las heridas causadas por los impactos recibidos. Luis Donaldo murió enmedio de una gran conmoción nacional. Luego vinieron las dudas y la confusión, y hasta la fecha nunca se clarificó el magnicidio y el ambiente se llenó de especulaciones. Todavía hay quienes piensan que el asesino intelectual fue Carlos Salinas de Gortari, y lo aseguran a pesar de que la muerte de Colosio afectó el proyecto de sucesión salinista. El principal beneficiario con la muerte de Luis Donaldo fue Ernesto Zedillo Ponce de León, quien se convirtió en candidato priista y luego en Presidente de la República.

Los días que siguieron a la muerte de Colosio fue de múltiples acusaciones, una de ellas la hacía el semanario tijuanense Zeta en contra de Jaime Martínez Veloz que se desempeñaba en Baja California como subdelegado de Sedesol, porque según decía era uno de los organizadores del evento en Lomas Taurinas, en donde balacearon a Colosio.

En solidaridad con Martínez Veloz le pedí a Armando Castilla Sánchez que me relacionara con Jesús Blancornelas, entonces director del Zeta, quería hablar con él para darle mi opinión sobre Jaime. Sabía que Castilla era amigo de Blancornelas y su recomendación era de gran ayuda. Armando Castilla aceptó, se puso en contacto telefónico con el director de Zeta, me recomendó y me trasladé a Tijuana el 25 de marzo, dos días después del atentado contra Colosio. Hable con Blancornelas, le di mis puntos de vista sobre Jaime, le dije que era amigo de Colosio y por lo tanto uno de los afectados. Días más tarde Jaime estaba escribiendo en el semanario Zeta, lo que indicaba que nada había tenido que ver en el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

No sé si en algo ayudó mi plática con Blancornelas, lo cierto es que Martínez Veloz se mostró fraterno conmigo y me contó los pormenores del asesinato. Jaime había organizado otro evento político que se realizaría después de que terminara el acto en Lomas Taurinas, pero ya no se llevó a cabo. En ese evento, Jaime le iba a entregar al candidato priista una chamarra que le había mandado hacer con su nombre. En un acto de amistad, Jaime me regaló la chamarra que no le pudo entregar a Colosio.

Aquella ocasión estuve en Tijuana varios días, conocí los pormenores del magnicidio y todas las especulaciones que se hacían. Mi conclusión desde entonces fue que a Luis Donaldo Colosio Murrieta lo había asesinado el crimen organizado. Desde entonces acuñé una reflexión roblediana que con el transcurso del tiempo cobró veracidad: “Los peligros de la política son los cárteles de la droga y las cofradías de homosexuales”.

Lo cierto es que la muerte de Luis Donaldo Colosio fortaleció su imagen y unió al pueblo de México en la consternación. Con su sacrificio se convirtió en el candidato que todos querían, y hoy sus tesis tienen el rango de doctrina política que en vida nunca le concedieron. Antes de su asesinato, Colosio era duramente criticado por la prensa y por diversos sectores, después de muerto lo hicieron mártir, y todos aseguraron que de no haber sido sacrificado hubiera cambiado a México. Luis Donaldo logró con su muerte la imagen que ahora tiene, regó con su sangre el sitio que ahora ocupa.

Para entonces el Secretario de Gobierno, Carlos Juaristí Septién, ya mostraba su actitud mafiosa en el control político de Coahuila, el nombramiento de Óscar Pimentel González como Secretario de Educación mantenía inconforme al magisterio coahuilense, debido a que Montemayor había impuesto a un economista en un cargo que tradicionalmente había sido ocupado por profesores. Estos y otros casos levantaban rumores e inconformidades.

Pero los más inconformes eran los líderes sindicales de las tres secciones del magisterio coahuilense. Para conocer las razones de la oposición magisterial entrevisté para El Periódico... al profesor Julián Montoya de la Fuente, quien era Secretario General de la Sección 38 del SNTE. Montoya fue claro en sus respuestas: “Somos leales a las instituciones, pero no subordinados del poder”. “Pimentel no conoce la problemática educativa, porque no ha sido profesor”. “No tenemos candidato, nuestro interés es elevar la calidad de la educación”. “No se ha resuelto el problema de grupos numerosos de hasta 93 alumnos”. “El gobierno estatal no ha concurrido en la solución de problemas económicos”.

Los líderes magisteriales estaban enfrenta- dos con Óscar Pimentel, además de considerar que estaba usurpando un cargo de los profesores, también lo calificaban de faccioso y revanchista. Pero al final, Montemayor se saldría con la suya. Poco después de la entrevista, la inefable líder “moral” del magisterio nacional, Elba Esther Gordillo, citaría en la ciudad de México a los dirigentes de las tres secciones sindicales del magisterio coahuilense. Allí les ordenaría que aceptaran a Óscar Pimentel como Secretario de Educación, que colaboraran con él sin ningún prejuicio. Y donde manda capitán...
jaime martinez veloz
Para entonces ya despachaba en la Rectoría de la UAC Alejandro Dávila Flores, quien desde el inicio de su gestión abandonó el academicismo, para mostrar su verdadera faceta. En su toma de posesión, el recinto universitario se llenó de todo tipo de invitados especiales: autoridades gubernamentales, funcionarios, políticos y empresarios, mientras parte del Consejo Universitario permaneció de pie por falta de asientos. En ese ritual brillaron por su ausencia los estudiantes y profesores, pero estaban los persona- jes con quienes Alejandro quería quedar bien.

Horas después, Alejandro se revelaría como un Rector que poco le importaba el marco legal de la UAC, pues violando el Estatuto Universitario nombró sin facultades al Tesorero, al Director de Asuntos Académicos y al Director de Planeación, cuyos nombramientos son atribuciones del Consejo Universitario (“Máximo Órgano de Gobierno de la UAC”), y no del Rector. Para justificar el hecho, Dávila Flores aseguró que estos funcionarios serían luego ratificados por el Consejo Universitario, pero el Estatuto habla de elección no de ratificación.

Otros cortesanos insistieron que los nombramientos de los funcionarios universitarios los había hecho el Rector como “Coordinadores”, y unos más señalaron que eran “provisionales”, pero ninguna de estas dos figuras están contempladas en el Estatuto Universitario. En su campaña, Alejandro Dávila se había propuesto como el Rector del cambio, pero desde el inicio de su rectorado se develó como “más de los mismo”.

En marzo entrevisté a Enrique Martínez y Martínez. Estaba cerca la selección de candidatos a senadores y diputados federales. Para esas fechas la relación de Enrique Martínez con Rogelio Montemayor seguía siendo conflictiva. Martínez quería ser candidato a Senador, pero se decía que Montemayor vetaba las aspiraciones martinistas, a tal grado que en los círculos políticos coahuilenses se comentaba la posibilidad de que Martínez y Martínez y otros coahuilenses abandonarían el PRI para buscar sus aspiraciones por otros partidos. A esta estrategia se le conocía como “El Plan de Palmeritos”, porque se había acordado en un rancho con ese nombre.

Para clarificar el asunto, Martínez y Martínez señaló: “Soy político de convicción y empresario de ocasión”. “En Palmeritos se habló de lo que se comenta en todas partes”. “El PRI necesita un verdadero cambio de fondo”. “Podrá haber vetos del gobernador, pero yo no los he sentido”. “Me han invitado desde el más alto nivel nacional del PRD”. “Las intrigas palaciegas han acabado con los buenos gobiernos”.

Semanas después, en mayo de 1994, el PRI coahuilense ya tenía sus candidatos al Senado: El ex Rector de la UAC, Melchor de los Santos Ordóñez y el transportista lagunero Francisco Dávila Rodríguez. Lo que mostraba que EMM había sido vetado por Montemayor para la senaduría, porque ninguno de los dos elegidos tenían la carrera, los merecimientos y el activo político que poseía Enrique Martínez.

Por ejemplo, el ex Rector de la UAC, Melchor de los Santos Ordóñez, vivía en el Distrito Federal desde 1978, tenía 16 años fuera de Coahuila y su militancia priista era dudosa. Debido a esto, Melchor resintió en Coahuila una campaña en su contra que lo acusaba de desarraigo. Por su parte, Francisco Dávila Rodríguez había ocupado algún cargo en la CNOP representando a su sector, y había presidido asociaciones de autotransportistas en La Laguna y a nivel nacional. Sin embargo, ambos elegidos tenían la ventaja de ser amigos de Rogelio Montemayor.

Pero Melchor de los Santos tenía una ventaja más: con la muerte de Colosio se había convertido en una de las tantas “viudas” del candidato presidencial sacrificado en Tijuana. Melchor era uno de los amigos de confianza de Luis Donaldo. Según Melchor, antes de que se le destapara como candidato priista a la Presidencia de la República, Colosio le había confiado en una cena familiar que el Presidente Salinas lo había llamado para decirle que él sería su sucesor. Con Colosio en la Presidencia, el futuro de Melchor era promisorio. También Francisco Dávila tenía sus ventajas: poseía riqueza y estaba decidido a financiar las campañas a Senador, tanto de él como de Melchor, al menos eso fue lo que con insistencia se dijo durante el proceso electoral.

Jaime Martínez también ya se había encarrilado nuevamente. Seguía en Tijuana y había superado la conmoción que le había causado la muerte de Colosio. Por esos días, en una entrevista que le hice para El Periódico... aseguraba: “El Presidente Salinas creó las condiciones de la transición”. “La trayectoria de Zedillo es fiel expresión de la cultura del esfuerzo”. “Los opositores de Salinas son precisamente los que arruinaron el país”.

Martínez Veloz ya estaba encaminado hacía la Cámara de Diputados. El 26 de mayo, en una convención priista fue elegido como candidato del PRI a la diputación federal por el VI distrito de Baja California. Para entonces ya se hablaba de la amistad que Jaime tenía con el próximo Presidente de México: Ernesto Zedillo Ponce de León.

En Coahuila también estaban encaminados a la Cámara de Diputados los laguneros: Salvador Hernández Vélez y José Luis “El Chapo” Flores Méndez, ambos amigos de Hugo Andrés Araujo y miltantes del salinismo. Por su parte, los intrigosos tamaulipecos, Óscar Olaf Cantú y Baltasar Hinojosa se habían convertido en poderosos personajes por su cercanía con Montemayor, uno despachaba en Profeco y el otro en Sedesol.

Mientras tanto, el Secretario de Gobierno Carlos Juaristi Septién y el Director de Prensa del Estado Claudio Bres Garza se habían amafiado para controlar la estructura estatal, y de paso eliminar u obtaculizar a todo aquel que no fuera de su simpatía.

Por mi parte, yo había dejado de tener comunicación con Rogelio Montemayor desde el día que anunció la composición de su gabinete, pues eran señales inequívocas de que las cosas seguirían igual, y que en nada cambiaría la situación política en Coahuila con Montemayor.

Otro de los lados flacos del gobierno montemayorista era el Procurador de Justicia Humberto Medina Ainsle, quien había logrado con su desidia e ineficiencia que los delitos en Coahuila se incrementaran a 100 ilícitos diarios. Medina Ainsle estaba dedicado a hacer negocios a la sombra del poder, al igual que el tesorero Antonio Juan Marcos Issa, mientras Montemayor se hacia de la vista gorda. Esto sucedía a sólo 7 meses de haber comenzado el sexenio montemayorista...

(Continuará).
El inicio del sexenio montemayorista...

 
robledo_jgr@hotmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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